Fútbol y versos

Siempre llegaba tarde a los partidos porque para llegar al campo debía atravesar el Parque y aquella estatua que me fascinaba. Los versos grabados sobre una especie de lápida: "...y lo cruel es que tu mirada nunca te defienda de aquello que te azota". Me quedaba embobado. Después llegaba jadeando al campo y el entrenador me decía que dónde carajo estaba, que ya todos habían calentado y que la próxima vez jugaría de suplente. Yo le decía que estaba castigado o me inventaba cualquier otra excusa, pero nunca le decía que me había entretenido mirando la estatua de un poeta en el parque. Esas cosas no se entienden bien en los vestuarios de un equipo de fútbol.