La chica de la fotocopiadora
En cualquier peli romántica los espectadores hubieran apostado a que un día yo la sorprendería con mi número de teléfono escrito en la esquina de alguna página del libro que me tenía que fotocopiar, y al recogerlo intercambiaríamos miradas cómplices (miradas cómplices... ¿qué mariconada es ésa?) y ella no me llamaría pero igualmente yo la esperaría al cerrar y le preguntaría que por qué no me llamó y ella diría que las chicas nunca llaman pero que ya que estaba allí podíamos ir a tomar algo, y yo le respondería entonces que primero debería decirme su nombre, porque yo no salgo con desconocidas y ella sonreiría, etcétera. Nada de esto pasó 1) porque no necesito hacer algo para saber que soy capaz y 2) porque yo nunca mamoneo, que diría el otro.
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