T4
Conocía el gesto: los brazos bajados, enfrente de mí, entre nosotros la distancia de un balon de fútbol imaginario separándonos, las maletas a los lados. Mirabas a los ojos. Sólo para distraer. Podías salir por cualquier lado: desde el "cuánto has tardado.." al "tenemos que hablar". Y entonces uno comprendía que nada estaba en su mano, uno se sentía como los defensores a los que Butragueño encaraba dentro del area: vendido.
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