Daniel deshaciéndose de basura

Daniel abre el viejo baúl, saca las cajas de zapatos y pasea por entre los recuerdos, las cartas de amor, las fotos, las notitas en post-its amarillos... allí está el rastro de todas las anteriores a Lucía. Daniel sonríe, le emociona la ternura de entonces cuando creía que todo era posible... y sin embargo naufragaron, sí, a veces pasa. Pero esos objetos físicos guardados en cajas de zapatos no mienten, carajo, piensa, nos queríamos tanto... no ganamos, cierto, pero fuimos valientes y honestos, como Eric Bana en Troya, concluye. Daniel las quiso a todas, a Lucía, cuyo recuerdo se materializa en otra caja de zapatos, también, claro, pero de esto último, sin embargo, no quedarán pruebas, decide. A mi señal, ira y fuego. Su recuerdo será leyenda, solo rastreable por los rumores de los más viejos del lugar, yo les vi un día bajando por la Gran Vía, sonriendo, cogidos de la mano, debió ser a principios de siglo o así, parecían felices. Daniel decide no conservar ni siquiera uno, aunque solo fuera uno, de los enamorados objetos-recuerdo de con Lucía. Y espera que ella haga lo mismo, no sea hipócrita.