Lucía Madeira Caeiro

Lucía visita el Camp Nou. Espera pitos, pero no tanto como eso. Cada vez que toca el balón los pitos se escuchan en todo el barrio de Les Corts. ¿Cuánto suena el odio de 98.772 espectadores? Eso suena para siempre. Pero ella no se arruga, pide el balón una y otra vez y hace como que no escucha nada. Mira a la grada pero no pide comprensión, vosotros en mi lugar hubierais hecho lo mismo, podría mirar así, pero no lo hace. Tampoco es del todo desafiante su mirada, es más bien profesional, acabemos con esto de una vez. El partido avanza y la gente no se cansa de pitar, da igual que juegue al primer toque o que conduzca el balón, mi último aliento será para recordarte lo rastrera que fuiste, parecen quererle decir. Entonces se acerca para sacar un córner, busca con la mirada a Iván Helguera, que ha subido a rematar y debe de estar cerca del punto de penalti, pero algo la distrae, algo que ha caído desde la grada. Entonces se gira y ahí lo ve, en el césped a escasos metros de ella: la cabeza de un cochinillo.