Tu Wembley merecido

Estás seguro de meterlo: fuerte y a la escuadra. Imposible de parar. Pero fallas, el balón a las nubes, Barthez flipando de la suerte que ha tenido. O más sangrante todavía, te sale flojo y al centro y González hace la parada de su vida. En cualquier caso, pierdes. Lloras tanto que la AEMET no deja de pronosticar lluvia día tras día. Hasta que un día ya no. Continúa tu carrera y llegan otras oportunidades, otras finales que, esta vez sí, ganas, y eres el tipo más feliz del mundo o así. Y entonces, como Raúl (que lo ganó casi todo después) o Djuckic (que a los nueve años terminó ganando esa misma Liga que tuvo tan cerca), te das cuenta de que has tenido una suerte que te cagas, porque por cada vez que te recuerden el penalti contra Francia en la Eurocopa del 2000 o el penalti contra el Valencia en Riazor, tú podrás replicar, igual que Raúl, igual que Djuckic, que tú también, finalmente, venciste.