Lo que te perdono y lo que no
Yo, que no creía en nadie, creí en ti. Tuve la fe de los sin fe y lo que dolió no fue la puñalada. Más que la herida, duele siempre más la inocencia violada, la ingenuidad de que incluso aquella persona de la que dices "ella nunca" te sorprende con un "yo también". Eso es lo que duele, no el hecho en sí, la traición, el río de sangre corriendo por la espalda. Eso siempre termina secando. Eso, te lo perdono. Lo que me duele de verdad es saber que ya nunca más volveré a creer en nadie. Sí, ya nunca más habrá excepciones. Y eso, eso es lo que nunca, nunca, podré perdonarte. Como nunca, nunca, se perdona una violación.
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