Paz.
Claro que yo era gris y muerto y sólo yo la culpa de lo baldío. Nadie espera cabalmente a los muertos, lo entiendo. Pero en algún lugar todavía quedaba la memoria de lo intrépido, cuando atreverse a disparar al pianista era lo importante y el resto sólo aprender a jugar mal. En algún lugar quedaba todavía lo suficiente, y desde ahí, desde la memoria restante de ese yo capaz de todo, sin más rencor ya que el fingido, la reconstrucción fue al fin posible. Supongo que te alegrarías. O no.
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