lo único que siempre nos importa.
No tenías discurso propio, sólo pretendidos lugares comunes: opinabas lo que ellos, hacías lo que ellos, anhelabas lo que nunca antes te interesó... y carajo, ya no tenías 15. Fue así como aprendiste a caminar con tacones y masticar chicle sin azúcar. Y a sonreír como Marylin: ocultando alguna tristeza cuyo motivo nunca nos iba a interesar porque, por lo que a nosotros concernía, sólo nos importaba una cosa:
0 Comments:
Post a Comment
<< Home