life vest under your seat

"...te dije que nunca resistí las despedidas, al aeropuerto no."

Tuesday, June 04, 2013

El Perdón y yo (el año que vencimos todo)

Ahora que todos discuten que si Messi, que si Cristiano, yo os digo que no sabéis lo que os habéis perdido por no haber visto jugar al Gordo con 13 años. Hacía cosas que, simplemente, no pensábamos que podían hacerse: la cola de vaca de Romario a Alkorta; Ronaldo (el del Barsa) colándose entre los dos tanques del Valencia que le cerraban el paso (¡¿cómo pasó?!); la falta con efecto imposible de Roberto Carlos contra Francia. Todo eso antes que a ellos yo se lo he visto hacer al Gordo en el campo del colegio. Romario, Ronaldo, Roberto Carlos... unos copiones. 
Como a todos los grandes (da igual de lo que estemos hablando), la cabeza del Gordo funcionaba en otra frecuencia de onda que la del resto. Y por eso hacía cosas como tirar los penaltis con la derecha (aunque él era zurdo) o nunca marcar en la primera opción que tuviese, sino amagar, volver a regatear... dar, en definitiva, otra oportunidad. Por eso los rivales le llamaban El Perdón, pero nosotros le seguíamos llamando el Gordo, por flaco.
A mí, que no se me daba el fútbol especialmente bien, me mantenían en el equipo sólo porque yo era su mejor amigo y, esto sí era determinante: era el único que medio lo entendía y al único que hacía caso. Siempre me he llevado bien con los raros, no sé. El caso es que el Gordo y yo pasábamos muchas horas del día juntos, generalmente hablando de lo único que nos interesaba por aquel entonces, esto es, lo único que verdaderamente le interesa a cualquier adolescente: las chicas. Vete tú a saber por qué (ya digo que esos tipos discurren en otra frequency), el Gordo valoraba mucho mis opiniones sobre el tema y me decía que si la Rocío esto, que si la Rocío aquello, yo, por no seguir escuchándolo toda la tarde intentaba concluir la conversación de un modo en el que todos ganáramos: pues mañana contra el Reyes Católicos le dedicas un gol. Él me miró y me respondió un gol es fácil, el hueco de las porterías es grande. Luego, tras una pausa, añadió, goles no, postes: le regalaré postes. El Gordo era un poeta, a su forma. Y por eso en la semifinal contra el Reyes Católicos decidió que no marcaría ningún gol, pero que sin embargo, dispararía a los palos, que era más difícil, y ésa sería su dedicatoria de amor a la Rocío. Así que ahí lo tenías, mirando a la grada y compartiendo sonrisa cómplice con ella, que estaba al corriente de todo y celebraba cada poste como un te quiero tanto, tanto, tanto, mucho más que tanto. Era ahí cuando tenía que intervenir yo y decirle Gordo, ya. Y entonces él cogía, resolvía el partido y pedía el cambio para irse con ella.
La noche antes de la final contra el Velázquez, el Gordo vino a buscarme a casa. Baja un rato, anda, me dijo por el telefonillo. Estuvimos hablando del partido del día siguiente, más yo que él, hasta que me interrumpió diciendo que no iba a jugar, ¿por qué?, le pregunté, porque no tengo ganas, dijo. Luego me contó una movida muy fea que le había hecho la Rocío y a mí eso al principio me pareció de hijadeputa, así que dije ¡qué hija de puta! Él se rió y entonces yo también. Pero como por esa época yo era ingenuo y buenista, después le dije algo así como podrías perdonarla. Él me miró y muy solemne me respondió: yo no perdono. Y esa paradoja: El Perdón diciendo muy seriamente yo no perdono, se me grabó como un ejemplo demoledor de lo que sois capaces de provocar la tías.

Jugó ese partido, claro que jugó ese partido. Y marcó un gol y ganamos el campeonato escolar de la 91-92.

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